Superar la proclama en la COP 28: Unidad ciudadana global, cambio cultural, una agenda para Colombia

Los métodos y la forma como a escala global hemos adelantado el debate sobre la transición energética, es decir, sobre el conjunto de cambios en los modelos de producción, distribución y consumo de energía para proteger la tierra de la amenaza brutal que representa el cambio climático, son equivocados, agrietan la convergencia ciudadana mundial y conspiran contra la eficacia de lo que debe ser una estrategia internacional urgente con resultados tangibles.

De nada nos sirve reconocer que nuestros errores no son singulares, sino que se repiten en diversos países pues el asunto se presta para la polarización política, las diferencias técnicas y valorativas sobre el tema, así como para la puesta en escena de posiciones variadas dado el enorme juego de intereses de peso sobre las decisiones que conciernen a todos en la arena internacional.

Como en ningún otro tema, en este de la crisis climática, la estructura y los organismos multilaterales son verdaderos monumentos de la inacción. La manifestación del Presidente Petro en El Cairo fue certera. Las COP son una penosa suerte de repeticiones teatrales, mientras los informes del colectivo IPCC quedan, luego de múltiples transacciones, como diagnósticos de la condición reservada del pronóstico planetario, que apenas conducen a declaraciones de inquietud por parte de los voceros oficiales o encubiertos de países poderosos tanto consolidados como emergentes.

Restan apenas 20 días para la edición número 28 de la Conferencia de las Partes organizada por la ONU, que se celebrará entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre en los Emiratos Árabes Unidos. Si Colombia realmente pretende ganar reconocimiento como potencia mundial de la vida y ser una voz poderosa dentro de este campo en la comunidad internacional, en correspondencia con el puesto de honor que tenemos en materia de biodiversidad, necesita superar la proclama y ser el país que impulse la aceleración tanto de la acción como de la ambición climática en la COP 28.

La delegación oficial debe ser compacta y conocedora. El rubro del gasto en viajes es uno de los pocos en los que se observa una real aceleración de la ejecución presupuestal tan conveniente para la reactivación económica. Eso es penoso. Necesitamos una delegación pequeña y experta que tenga muy clara su convicción: de la calidad de nuestras propuestas estratégicas depende la trascendencia de nuestra participación. No sirven los alaridos, las expresiones irritantes, las ofensas y descalificaciones. Tampoco las comitivas ignorantes, coloridas y con voces iterativas destempladas. Necesitamos un set de propuestas de alto mérito, alcanzables, precipitantes de consensos, que ilustren como ejemplo el viraje de nuestra sociedad desde los argumentos de la fuerza hacia la fuerza de los argumentos.

Y que muestre nuestro talante como nación. Ya sabemos que para el poder es mucho más fácil desatar una guerra o persistir en la obsolescencia tecnológica de sus socios y proveedores de energéticos que tomar decisiones profundas en la esfera productiva y en las formas de vida. Para ello, de manera pasiva o complaciente, esos grandes poderes cuentan con la enorme masa de consumidores que padece la alienación en red con cierta satisfacción y una opinión pública fragmentada, con franjas desinformadas o ignorantes.

Tres elementos palpables alientan la esperanza de una respuesta convergente a escala global: a) la reducción y el menor espacio político de los negacionistas dado el peso de la evidencia puesto de manifiesto en el número e intensidad de las trágicas perturbaciones climáticas en los cinco continentes; b) la conciencia extendida entre las juventudes del orbe acerca de que el balance del Antropoceno en lo corrido de la centuria es lamentable y ofensivo, tanto por la acumulación de gases de efecto invernadero como por los daños ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales, peor aún, por la declinación del espíritu humano ante la proliferación de conflictos y la consideración de una tercera confrontación a escala mundial como posibilidad no descartable; y c) el propio lema de la convocatoria de la Conferencia que comporta cierta autocrítica: COP 28 Unir, Actuar, Ofrecer Resultados.

Tanto en el espacio internacional como en el colombiano durante los últimos meses tomó curso una discusión pública primitiva entre postulados absolutos, una dramática puesta en escena de la inutilidad, con impactos muy lamentables sobre las expectativas ciudadanas. Como lo vaticiné en mi trabajo sobre “La calidad del capital y el otoño de la insostenibilidad” publicado por Pacto Global a finales de 2021: “Las posiciones ultra radicales ayudan a crispar los ánimos, pero no favorecen salidas auténticas en la construcción de alternativas prácticas frente a la sociedad del rendimiento y la acumulación”. Mientras cada día aparecen frases más atizadoras “contra el capitalismo y su canceroso funcionamiento biocida” y contra “su asesina procrastinación”, en el ámbito doméstico aparece la negativa a toda nueva actividad relacionada con el petróleo y la extracción, se retarda la expedición de licencias ambientales para los proyectos de energías renovables y el uso responsable de los recursos naturales queda arrinconado por la minería ilegal, aliada del narcotráfico. Esa emulación entre equívocos golpea el ambiente económico y produce presiones inflacionistas que acrecientan la crítica influencia de la economía global sobre nuestro proceso económico y el precio de nuestra moneda.

Lo que duele verdaderamente en medio de esta batalla estéril, es que tanto el gobierno como los expertos, las plataformas ciudadanas como los grupos ecologistas, el empresariado consciente como la academia coincidimos en lo ineludible de la transición renovable, en que no se puede postergar la coordinación y puesta en marcha de una estrategia urgente en la ruta reductora del uso de combustibles fósiles y de su no menos rápida sustitución por energías renovables hacia un futuro sostenible. 

RESPETO HACIA NOSOTROS MISMOS – AUTOEXAMINACIÓN:

Desde mis años mozos como dirigente en el movimiento estudiantil de 1971, gracias al cual se instaló el gobierno de las universidades con participación de profesores y estudiantes y se reforzó la autonomía universitaria asimilé el autoexamen como el juicio que una persona realiza sobre su propio accionar.  En el debate público, desde entonces me pregunto porqué los actores políticos hablan todo el tiempo de la autocrítica, pero no la practican.

Lo que llama poderosamente la atención es que han surgido movimientos de rectificación, diálogo y consenso que reconocen cómo la pugna entre posiciones absolutas ha socavado la posibilidad de registrar el cúmulo de coincidencias cuando la puesta en juego es la supervivencia de nuestra civilización humana. Produce perplejidad comprobar que en lugar de discutir para construir acuerdos sólo lo hagamos para contrariarnos, para reñir. Como se lee en uno de los manifiestos recientes: “…nuestra falta de capacidad de diálogo favorece que unos grupos o plataformas escojan las opiniones de unos expertos, mientras que otros escogen las de los otros y así, en vez de converger en pro del bien común, seguimos trayectorias divergentes en un mundo que va a la deriva climática, energética y social”.

No es que las cuestiones que definen los desencuentros sean menores, afirman los ambientalistas radicales en el caso de España, pero no solventaremos nuestras diferencias simplemente lanzándonoslas los unos a la cara de los otros. Y concluyen: “no podemos seguir así. Tenemos que parar, Tenemos que trabajar juntos para construir el futuro que tanto necesitamos”.

Desde luego, los ecologistas autocríticos creen que es posible emprender reformas más allá de las que interesan a ciertos poderes económicos y que es preciso generalizar la conciencia pública acerca de la necesidad de colocar límites materiales y técnicos a los modelos de acumulación de todo, hasta de la infelicidad. Empero, comprenden que se debe evitar la división ciudadana por todo lo que está en juego y por el riesgo de terminar en procesos regresivos en contra de nuestra civilización y de nuestra especie. Usando el mejor conocimiento para guiar la toma de decisiones. Con rigor y con respeto.

Quienes firman el manifiesto autocrítico para el caso español son dueños de un gran prestigio y de enorme reconocimiento: Antonio Turiel, investigador Ciencias del Mar CSIC; Juan Bordera, guionista activista en Extinction Rebellion; Kike Ballesteros, CEAB-CSIC; Mar Reguant, Northwestern University Estudios de mercados eléctricos y de emisiones; Jordi Vilardell, periodista crisis climática y biodiversidad; Sergi Nuss Girona, U de G, expresidente SOS Costa Brava; María Serra Olivella, Justicia Climática, embajadora Pacto Climático Europeo.

OPORTUNIDAD PARA COLOMBIA

Para materializar el cambio que necesita Colombia en materia ambiental, para sortear la crisis climática es preciso retomar el espíritu del Acuerdo Nacional. Debemos encontrar lugares, tópicos y puntos de encuentro. Dialogar de manera completa sobre todo y sin excusas. No debe haber territorios vedados a la discusión. Los temas de la transición energética, la deforestación, la formalización, la relación entre empresariado y ambiente, el nanocrédito, la cuestión laboral, las minicadenas socio productivas, la economía solidaria, el desarrollo logístico para la sostenibilidad, la conectografía para la gestión del patrimonio natural, la conexión universidad-ambiente, la gestión ambiental comunitaria, el acople entre la economía digital, la ley laboral y la economía popular, la infraestructura y los ecosistemas, el asunto minero, la educación ambiental, el cese al fuego contra la naturaleza, la propiedad rural y su titulación, una actualización catastral provisional de emergencia, los servicios públicos y su gestión, las aguas servidas y las aguas lluvias, la relación ambiente-salud, y la manera de producir el gran salto cultural como base del desarrollo humano sostenible, son todos asuntos para dialogar, converger y trabajar unidos. El gobierno debe entenderlo y practicarlo, ser mucho más eficaz para conjugar diálogo con acción, aún a riesgo de escuchar las voces destempladas de opositores elementales o de partidarios que confunden la consecuencia con la abyección.

Ese gran salto cultural es básico para que dentro de la hipótesis de una PAZ EXTENSA podamos llegar a lo que algunos han visualizado: “un armisticio entre la civilización humana y la biosfera”. Eso significa comprender que el desarrollo es un asunto de límites. Y claro, ese propósito debe correr en paralelo con nuestros compromisos superiores como nación: la ética social, la paz y la defensa del patrimonio natural. Una descarbonización a nuestro modo, muy seria, acorde con nuestras capacidades y posibilidades.

LA MOCHILA COLOMBIANA PARA LA COP 28: UNIDAD CIUDADANA GLOBAL, CAMBIO CULTURAL Y UNA AGENDA DE COOPERACIÓN PARA COLOMBIA

La Presidencia de la COP 28 a cargo de Emiratos Árabes Unidos, ese epicentro del capital petrolero que acumula una deuda ambiental no despreciable con la   humanidad intentará mejorar la imagen de Dubái y Abu Dhabi, ciudades que fungen como los Miami del Este y ojalá no vayan a sufrir la invasión oficial de lagartos pseudo ambientalistas. Para tal efecto, EAU ha formulado cuatro ejes de la Conferencia:

1- Acelerar la transición energética y reducir las emisiones a 2030 triplicando la capacidad renovable, duplicando la ratio de eficiencia energética y reduciendo las emisiones de metano y menguando el uso de combustibles fósiles.

2- Asegurar el cumplimiento del objetivo de duplicar la financiación para adaptación en 2025 y acordar las bases del nuevo objetivo colectivo cuantificable de financiación climática que debe aprobarse en 2024.

3- Situar en el centro de la acción climática a la naturaleza, las personas, las vidas y los medios de vida poniendo en marcha el Fondo para Pérdidas y Daños aprobado en Egipto el año pasado, así como avanzar en el diseño del marco para el Fondo Global de Adaptación.

4- Movilizar a todos los actores y lograr una gran presencia de jóvenes en la cumbre.

QUÉ PUEDE PRESENTAR COLOMBIA:

Nuestro país, además de acompañar los compromisos internacionales en lo que le corresponda y pueda financiar, debe presentar propuestas diferenciadas que nos saquen de la proclama iterativa, tales como:

1- Nuestra ruta de transición energética y descarbonización como objetivo del Plan de Desarrollo y primera apuesta del Programa de Reindustrialización.

2- Comprometer su ejercicio de la representación en los organismos de dirección de Bancos de Desarrollo como BID y CAF para perseguir las metas de financiación Climática.

3- Aportar tanto equipo humano como toda su experiencia en gestión de riesgos y tragedias ambientales, así como en construcción de paz, al interior del nuevo Fondo para Pérdidas y Daños, como también en la reunión de ministros de salud, pionera en la historia de las COP.

4- Comprometer a nuestro Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes a desarrollar, con los mejores exponentes de todos nuestros artes reconocidos a escala global, el diseño de una campaña mundial de defensa de la vida y la naturaleza, por la aceleración de la acción climática y la mejora en la apropiación de una cultura ambiental constructiva de paz por todas las naciones, cediendo todos los diseños y protocolos y su propiedad intelectual a la Organización de Naciones Unidas.

5- Presentar un programa de Cooperación a la comunidad internacional reunida en la COP 28 dirigido a la restauración ambiental de 250 municipios de Colombia afectados por nuestro conflicto y a la detención de la migración irregular en el Darién Colombiano que causa enormes daños a la población nativa, al patrimonio natural del Chocó biopacífico y a la unidad pacífica del continente americano.

Publicado en La Línea del Medio el de 8 noviembre de 2023

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Diego Junca